12 de agosto de 2012

Santi Gutiérrez, mucho más que un director


Hace 25 años, en la publicación editada con motivo de las bodas de plata de la agrupación, dedicamos unas páginas a Santi Gutierrez y lo definimos como "nuestro alma mater". Hoy, 25 años después, nos reafirmamos en esas palabras ya que, en gran parte, es debido a él y al trabajo que realizó, que el Grupo de Txistularis de Urretxu ha llegado a cumplir 50 años. Enseñó solfeo y txistu a muchos de los que han formado parte del grupo en todos estos años; dirigió ensayos, pasacalles, conciertos, romerías, etcétera; y colaboró manteniendo el buen ambiente que ha existido en el grupo desde el principio y motivando a los chavales para que continuasen en el mismo.



Santiago Gutierrez Gutierrez nació en una de las tres villas pasiegas de Cantabria, en San Pedro del Romeral, el 27 de noviembre de 1932. Sin embargo, a raíz de la Guerra Civil, su familia tuvo que salir de allí y llegó con su madre y algunos de sus siete hermanos a Urretxu cuando tan sólo contaba con seis años. Solía decir que su padre "estaba estudiando", es decir, que estaba encarcelado. La familia se instaló y vivió en Urretxu y Santi se integró totalmente en nuestra sociedad y estilo de vida.


Una de las mayores aficiones que desarrolló en su juventud fue la montaña. Al igual que muchos de los jóvenes de aquella época, Santi y sus amigos aprovechaban los días festivos para subir los montes de nuestro alrededor. Como hemos explicado en páginas anteriores, por aquel entonces era muy habitual que aquellos que sabían, tocaran el txistu en estas salidas montañeras y a Jose Pérez le entró el gusanillo de aprender. Convenció a Santi, su gran amigo, y por mediación de Don Santiago Garmendia, comenzaron a ir a Ormaiztegi a casa de Paxkual Larrañaga para tomar lecciones de txistu. Así se metió Santi en este mundo aunque, en un principio, tan sólo pretendía tocar en el monte y cuando le apeteciera, sin compromiso alguno.

Pero una de las grandes vocaciones de Santi fue la enseñanza. Muchos opinan que, si hubiera podido, habría estudiado para maestro. De joven ya le había ayudado al profesor Don Mateo en la escuela, dando clases de lectura y escritura a los más pequeños. Así es que, cuando entre 1959 y 1960 les pidieron que enseñaran a tocar el txistu, aceptó sin problemas. "Era un trabajo que podíamos hacer entre semana, manteniendo libres los domingos" reconocía el propio Santi en la entrevista que le hicieron para la publicación del 25 aniversario del grupo.

Muchos fueron los urretxuarras que pasaron por las clases de Santi. Algunos de ellos han permanecido en activo durante años, otros se cansaron antes y lo dejaron. Pero todos guardan un gran recuerdo de Santi Gutierrez, a pesar de sus enfados cuando se ponían a hablar en los ensayos o a hacer trastadas y risas entre pieza y pieza. "Cuando queráis podemos continuar", recuerdan que solía decir. Incluso en más de una ocasión echó a sus alumnos a la calle. Sin embargo, se puede decir que la paciencia fue una de sus características ya que, habitualmente, los chicos y chicas comenzaban a aprender entre los 8 y los 12 años, una edad en la que todos prefieren jugar y hacer travesuras en lugar de sentarse formalmente y en silencio para tocar escalas; y durante años le tocó lidiar a muchos chavales de esas edades.

Muchos de los txistularis aún recuerdan el método que empleaba para enseñarles: Primero aprendian solfeo con el libro Solfeo de los Solfeos hasta la lección 81. Después, empezaban con el txistu y hacían hasta la lección 14 del método de Isidro Ansorena. Es decir, tenían que aprender a tocar un montón de escalas y acordes antes de empezar con las canciones, que por supuesto, es mucho más divertido para los jóvenes de esas edades. Pero si alguno de ellos se adelantaba y empezaba a interpretar algún tema que venía en páginas más avanzadas, se llevaba una buena bronca de Santi, empeñado en enseñar cada cosa a su tiempo. Una vez que adquirían un poco de soltura, les enseñaba las primeras melodías como Uso Zuria o Andre Madalen.

En 1973, Santi se casó con Maria Luisa Irizar y la pareja se instaló en Ormaiztegi. Durante unos años, el trabajo, las obligaciones familiares y la distancia entre ambos pueblos hicieron que Santi acudiera con menos frecuencia a los ensayos, aunque nunca se desvinculó del grupo. Subía a los ensayos de los viernes y, por su puesto, todos los domingos al pasacalle.

Durante estos años, la enseñanza del txistu quedó principalmente en manos de Jose Javier Larrañaga “Jostenka” que empleó el mismo método que su antecesor para enseñar. Y años después, a principios de los 90, Santi retomó las clases cuando, una vez jubilado de su trabajo en la cooperativa Irizar, se instaló con su familia en Urretxu. A partir de entonces, acudía casi a diario al local de ensayos que para entonces ya estaba situado en la Casa de Cultura.

Pero Santi no sólo fue profesor, sino que ejerció como director y representante de la agrupación de txistularis hasta que su salud se lo permitió. Era él el que acudía al ayuntamiento cuando había que negociar el contrato o cuando había que firmarlo. El mismo año en el que se caso, en 1973, escribió a las autoridades una misiva para pedir un aumento en la dotación anual con un lenguaje muy formal:

Al ilustre ayuntamiento de Villarreal de Urrechua.

El que suscribe, Santiago Gutierrez Gutierrez, mayor de edad, casado, carpintero, vecino de esta Villa, provisto de DNI número 15.297.867, expedido en San Sebastián, con fecha de 04-08-71, obrando en nombre y representación de la “Agrupación de Txistularis”, de esta localidad, a V.I. acude y expone:

Que, el contrato de prestación de servicios suscrito con esa Corporación, data del año 1960 y considerando aletargado debido al tiempo transcurrido son de la opinión que se debe poner al día.

Que este contrato se formalizó tomando por base una excursión annual para tres días con 25 txistularis, la cual importaba la cantidad de 22.000 ptas. Y hoy con esta cantidad malamente se pueda disfrutar de un día e viaje. Hay que tener en cuenta, además, el aumento que ha experimentado el coste de la vida.

Independientemente de todo lo expuesto, el local que vienen utilizando para los ensayos no reune las condiciones mínimas de salubridad y, además, lo tienen que compartir con un Equipo de Baloncesto, lo cual les origina una gran extorsión y las consabidas molestias, pues con mucha frecuendia desaparecen cerraduras, llaves, etc.

Para que sirva de orientación, les diremos que las bandas de los pueblos limítrofes perciben de sus respectivos municipios cantidades qeu oscilan entre 4.500 y 5.000 pesetas mensuales.

Por todo lo expuesto,

suplican a V.I. que, teniendo por presentado este escrito tengan a bien estudiarlo y, en consecuencia, acuerden la renovación del Contrato, poniéndolo al día.

Gracia que no dudan merecer de V.I., cuya vida guarde Dios muchos años.

En Villarreal de Urrechua, a 30 de Noviembre de 1973.

Santi Gutierrez

Este lenguaje debió convencer a las autoridades ya que un mes después la Comisión acordó por unanimidad elevar a 48.000 pesetas la consignación anual a partir de enero de 1974.
Por supuesto, el txistu tuvo también gran relevancia en la vida familiar de Santi. Sus dos hijas, Estibaliz y Alazne, aprendieron con él, en casa. "Para nuestro padre la música era cultura general; cuando se aprendía a leer, había que aprender también solfeo" afirma Estibaliz. "Y conmigo además, tuvo muchísima paciencia" -añade Alazne- "porque yo no entendía muy bien la lógica del solfeo al principio, me costó mucho aprender a leer las partituras; así que cada vez que aprendíamos una nueva canción, solía escribir con letras las notas. El aita se desesperaba".

Ambas recuerdan que en casa se escuchaba el sonido del txistu muchas veces: "tocábamos en Navidad, en alguna sobremesa especial... Pero sobre todo había una cinta de cassette de los txistularis de Donostia que el aita solía poner casi todas las noches en la radio de la cocina. Vuelta para un lado, vuelta para el otro... Y cuando se rompió, el aita la arregló con cello. Así que en adelante, siempre que llegaba al punto de donde estaba el cello, que era un fandango, solía hacer un salto. Pero no por eso dejó de escucharla".

Asimismo, tanto Estibaliz como Alazne reconocen que si su padre trabajó tanto por el txistu fue, en gran parte, porque su mujer Maria Luisa le apoyó siempre. "A nuestra madre también le gustaba el ambiente y supo encontrar su sitio en el grupo, con las mujeres de otros txistularis". De hecho, solía ir a algunas salidas y excursiones que organizaban y se encargaba de cuidar a la veintena de niños y adolescentes que componían el grupo en cada época. “Santi y Maria Luisa nos cuidaban como a sus propias hijas” -aseguran Ainhoa Alzelai y Lurdes Elgarresta- “si tenían que hacerlo, nos echaban la bronca como si fuéramos sus propios hijos”. ¡Qué remedio! Todos aquellos niños y adolescentes estaban bajo su responsabilidad.

La labor de Santi fue reconocida oficialmente en dos ocasiones a lo largo de su vida. La primera vez fue en 1972, cuando recibió el primer homenaje del pueblo y se le hizo entrega de la insignia de oro del municipio.
La segunda fue en 1997. En esta ocasión, el concierto de txistularis anual de las fiestas de Santa Anastasia se celebró en su honor, y durante el mismo recibió la medalla de plata de la Asociación de Txistularis y la insignia de oro de Urretxu. 

No obstante, según reconocen sus hijas, aunque estos reconocimientos le hicieron muchísima ilusión, lo que verdaderamente le llegó al alma fue la presencia en la misma de los tantos y tantos amigos que le dió el txistu. Allí estaban muchos de sus alumnos, algunos de los cuales incluso se atrevieron a tocar un pasacalle a pesar de que hacía años que habían dejado el txistu. Acudieron también muchos amigos txistularis venidos de toda Euskal Herria; los amigos de la cuadrilla Los marineros de Boucau (Lapurdi), con los que tantas juergas hicieron en los años 60 y 70; sus compañeros de la tamborrada de la sociedad Etxe Azpi; etcétera. Incluso estuvieron presentes los seis alcaldes que ejercieron en Urretxu desde que Santi tomara las riendas del Grupo. 

Asimismo, Lander Zurdo, txistulari de Urretxu y actual director de la banda de Zumarraga, le dedicó una pieza titulada “Shanti” que al poco tiempo quedó recogida en el disco Urretxuko Musikak. Otro txistulari, Ander Letamendia, por su parte, le hizo entrega de la partitura del fandango “Xanti” que escribió en su honor. Todo esto fue muy emotivo para él y se sintió muy agradecido.

Aunque, en realidad, es el pueblo el que le tenía y aún hoy le tiene que agradecer a Santiago Gutierrez todo el esfuerzo realizado a favor del txistu. Sin embargo, Santi también supo disfrutar de este instrumento que le dio muchos amigos, muchos buenos momentos y muchas juergas. Los momentos en los que mejor se sentía como txistulari era en las fiestas de San Juan y en la Euskal Jaia.

El desfile de la Euskal Jaia era uno de los que más ilusión le hacía y, a pesar de que tenía dificultades para andar y hacía años que no salía en el pasacalle de los domingos, participó en la Euskal Jaia casi hasta el último momento. Los últimos años, se cuidaba especialmente por la mañana para tener fuerzas y poder salir en el desfile por la tarde. Esta imagen fue tomada en el desfile de 1997 y Santi luce las medallas que le entregaron la víspera en el homenaje recibido en el concierto de txistularis.

Otra de las fiestas en las que más disfrutaba era San Juan, tanto en la víspera como en la romería que se celebra en Santa Barbara. El día de San Juan, tras acompañar a la corporación a los oficios religiosos, solían acudir a tomar un hamaiketako y casi todos los años terminaba con alguna mancha en su camisa blanca de txistulari. “La mancha de chorizo de la camisa de mi padre en sanjuanes, era todo un clásico” -reconocen sus hijas- “y de hecho, años después, se lo tomaba a cachondeo y solía decir que él no se iba a retirar a casa hasta que se manchara”. Cuánto cachondeo... cuántas risas solía hacer tanto en la sobremesa de la comida con la corporación como en la bajada popular que se celebra para terminar la jornada.

Nunca daba por finalizada una sobremesa sin cantar algunas de sus canciones preferidas que, generación a generación, todos los txistularis han aprendido gracias a él. “Asto gaixua” fue una de las más habituales, aunque también solía entonar otras como la de la locomotora. Aquí tenéis la primera estrofa de la canción del pobre burro:
Al ikullu ya no vuelve
mi buen astua, no vuelve no,
ya no brinca de poxa,
cuando cabeza tocar alguno,
arrayua la suerte txarra,
con tripako mina ponerse hizo
ai nere bihotzeko asto gaixua,
malkos tiraba cuando murió.

La víspera de San Juan, por el contrario, en lugar de una fiesta de cachondeo, era para él, como para la mayoría de los txistularis, uno de los momentos con más emoción del año. No se lo perdía nunca. Durante casi toda su vida dirigió el pasacalle y entró emocionado en la plaza Gernikako Arbola, repleta de gente. Y los últimos años, cuando ya no podía tocar, se preparaba temprano para coger un buen sitio y presenciar la hoguera.

Incluso el día que murió, el 23 de junio de 2003, estaba dispuesto a acudir a la hoguera e iba a empezar a prepararse. De hecho, una de las últimas cosas que comentó a sus hijas fue: “escuchad, los txistularis ya empiezan a prepararse para el pasacalle”. Pero su corazón se paró en ese momento, justo antes de que empezaran a tocar. Y si la víspera de San Juan solía ser emotiva de normal, ahora, con su recuerdo, lo es mucho más aún.

Dos días más tarde, una treintena de txistularis acompañados por metales, precedieron su féretro hasta la parroquia de Urretxu. Y al finalizar el funeral, le despidieron con un sonoro “Agur Jaunak”, dando cuenta que Santi fue una de las personas más importantes de la cultura en Urretxu, alguien a quien había que agradecer su incansable labor.

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